A partir del siglo III a. C., se produce la romanización de la Península, proceso que se alargará hasta finales del siglo I a. C. Este proceso afectará a muchos ámbitos de la vida peninsular, incluido el lingüístico. Las lenguas prerromanas decaen en su uso y se limitan cada vez más a las áreas rurales. Inicialmente, se da un extensivo bilingüismo en los principales centros de ocupación romanos, y posteriormente las lenguas indígenas quedan limitadas a las regiones más aisladas. Así en el uso público son sustituidas por el latín, que es la lengua administrativa del Imperio romano. Es curioso notar que en el caso del Vasco, hay escasez de topónimos presentes antes del siglo I a. C. y éstos se van haciendo más frecuentes, lo cual sugiere que pudo haber una migración limitada desde Aquitania durante ese período, hasta por lo menos el siglo VII d. C.
No obstante, conviene señalar algunos factores que van a influir decisivamente en el ulterior desarrollo del latín, que dará lugar a la aparición del castellano:
- En primer lugar, su situación geográfica: La distancia con el centro administrativo del imperio, Roma, y el aislamiento geográfico (a través de los Pirineos) y el mar Mediterráneo, hacen que las innovaciones lingüísticas lleguen despacio y con retraso.
- El origen de los conquistadores: se cree que la mayor parte de los romanos que colonizaron la península procedían del sur de la actual Italia.
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