Los arabismos de nuestra lengua son testimonio duradero de una convivencia de siglos entre árabes y españoles. La abundancia, por ejemplo, de voces de origen árabe relativas a horticultura, jardinería y obras de riego, significa que la población mozárabe, y luego toda la población de la península, se compenetraron de esa cultura agraria y doméstica, de ese amor al agua que los árabes, como hijos que eran del desierto, parecían llevar en el alma.

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